• Trastornos traumáticos originan dorsalgia baja y lumbociática.

    DISTENSIONES Y ESGUINCES AGUDOS
    Generalmente desencadenados por actividades como cargar pesos con el dorso en posturas inadecuadas, caídas, movimientos bruscos imprevistos de la columna lumbar o posiciones incómodas sostenidas durante horas que pueden originar una distensión muscular o ligamentosa.
    El dolor, de variable intensidad, suele limitarse a la línea media en la zona lumbar baja y se intensifica con los cambios posturales, los pacientes lo perciben especialmente al levantarse de la silla o de la cama, girar el cuerpo o agacharse.
    En la exploración se puede apreciar como el espasmo muscular reflejo hace adoptar al paciente posturas anormales, así como hipersensibilidad localizada en la zona lumbar. En casos de esguince sacro-iliaco, la hipersensibilidad se notará más lateralmente, sobre la articulación sacro-ilíaca y el dolor puede irradiarse hacia el glúteo, zona posterior del muslo, sínfisis pubiana o ingle.
    Para no errar el diagnóstico no deben existir datos de focalidad en la exploración neurológica
    Son lesiones de entidad menor, autolimitadas, en las que el dolor cede en cuestión de días o un par de semanas sin precisar tratamiento específico. No se recomienda reposo, que era el tratamiento más prescrito anteriormente, sino la movilización activa tan pronto y en el grado que el dolor lo permita. Se deben administrar antiinflamatorios no esteroideos en los primeros días. Otros procedimientos como la manipulación vertebral o incluso la acupuntura están por probar su utilidad.

    FRACTURAS VERTEBRALES
    En personas jóvenes la causa más común son los traumatismos causados por accidentes de coche o caídas sobre los pies, en cuyo caso pueden fracturarse también los calcáneos. El cuerpo vertebral se rompe como consecuencia de lesiones en flexión con pérdida anterior de su altura. Si el traumatismo es de mayor entidad se puede producir un estallamiento de la vértebra. La lesión de los elementos posteriores, pedículos, láminas o apófisis espinosas, es menos frecuente. Si se fracturan las apófisis transversas, con desgarro de los músculos paravertebrales, se puede desarrollar un hematoma que abarque al compartimento retroperitoneal con dolor irradiado a la ingle y déficit neurológico por compresión del plexo lumbar o del nervio femoral.
    En las personas mayores la causa más frecuente de fractura vertebral es la osteoporosis. Se pueden producir fisuras vertebrales con traumatismos mínimos o incluso sin ellos, al igual que si el hueso es patológico por otras causas como la administración de corticoides, espondilopatía anquilosante, mieloma, tumores, osteomalacia o hiperparatiroidismo.
    La base del diagnóstico es el antecedente traumático, el dolor que se intensifica con el movimiento, la limitación de los movimientos lumbares y el espasmo intenso de los músculos lumbares bajos. Por lo general no existen síntomas radiculares, si el colapso no da lugar a compresión de las raíces nerviosas. En cambio si la fractura es lumbar alta y hay compresión del cono medular o la cola de caballo la debilidad en extremidades inferiores puede ser difusa e ir acompañada de trastornos esfinterianos.
    El diagnóstico se confirma con radiografía simple se columna lumbar. Si hay síntomas neurológicos es preferible la RM lumbar que es capaz de valorar  las estructuras neurales.
    El tratamiento general consiste en la inmovilización del sitio de fractura. Si sólo existe compresión del cuerpo vertebral, el manejo será conservador con tratamiento sintomático del dolor, corsé optativo y movilización temprana tan pronto el dolor lo permita. Las fracturas inestables, o con fragmentos óseos en el canal o que asocian déficit neurológico suelen necesitar tratamiento quirúrgico.