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Fecha publicación: 30-07-2012
Autor: Anabel Puente Muñoz

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Una de las características inherentes al periodo estival es la modificación de nuestros hábitos y rutinas. Quizás uno de los aspectos en donde mas repercute estos cambios es en nuestro sueño.
La ausencia de obligaciones supone un estado de bienestar y relajación que conduce a la transgresión de horarios, en especial en lo que al ciclo sueño-vigilia se refiere. Habitualmente, tendemos a retrasar nuestro ciclo de sueño, es decir prolongamos la vigilia durante la noche y nos levantamos mas tarde. Además, el estado de inactividad facilita la aparición de periodos de sueño durante la vigilia, de mayor o menor brevedad (siestas). A esto hay que añadir, entre otras cosas, la influencia de factores como los ambientales, (elevadas temperaturas nocturnas) o los relacionados con el entorno (motivados por los viajes), que conducen a una mala calidad del sueño, con pobre descanso nocturno, insomnio y/o trastornos en el ritmo circadiano.

Descendamos hasta las bases neurofisiológicas. Ya se ha hablado en este blog sobre el modelo de los dos procesos descrito por Boberly en 1982. Según este modelo la interacción de dos procesos  permite la génesis del sueño. Por un lado, la tendencia al sueño (proceso S), máxima hacia las 11 – 12 horas de la noche y mínima hacia las 8 de la mañana. Por otro lado el ritmo circadiano (proceso C), por el que tras una vigilia de aproximadamente 16 horas se produciría un episodio de sueño de 8 horas. Pero del mismo modo, existen otros biomarcadores que muestran dicha ritmicidad circadiana y que se encuentran íntimamente relacionados con el ciclo vigila sueño. A saber, la temperatura corporal disminuye hacia el final del día y es mínima en torno a las 6 de la mañana. Es fácilmente comprensible, que una temperatura ambiental elevada durante el periodo nocturno, influye en el normal desarrollo del ciclo. Por otro lado, los niveles plasmáticos de melatonina, también muestran esa ritmicidad; así la liberación de esta hormona aumenta a partir del crepúsculo y llega a un pico máximo durante la madrugada, antes del amanecer, ya que la luz ambiental es el principal inhibidor de la encima encargada de su síntesis. El correcto engranaje de todos los factores permite obtener un sueño de calidad.

Ante esta situación, es importante ser conscientes de  los posibles trastornos de sueño que podemos sufrir como consecuencia del cambio de rutina durante el verano. Aunque, en condiciones normales no suelen ser graves ni permanentes, ya que  nuestro ciclo sueño vigilia suele ser suficientemente robusto como para soportar estas modificaciones temporales. Sin embargo, no esta de más, guardar una serie de normas básicas y sencillas encaminadas a obtener un sueño de calidad y minimizar la posible interferencia de factores externos. Es decir realizar una correcta higiene de sueño.