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Donar el cerebro para que la neurociencia pueda avanzar |
A veces se pasa por alto el hecho de que la neurociencia ha avanzado gracias a la posibilidad de evaluar y analizar minuciosamente a la luz del microscopio los cerebros de donantes sanos y enfermos con patologías neurológicas. La referencia para todos los estudios en biomedicina ha estado referida al resultado de la histología y de los hallazgos encontrados en la anatomía patológica. La correlación entre la clínica del paciente y los datos encontrados en la muestra de tejido cerebral han sido fundamentales desde hace generaciones para cimentar nuestro conocimiento en el funcionamiento normal y patológico del cerebro. El enorme desarrollo de la neuroimagen y de los biomarcadores en la última década no ha desterrado, ni mucho menos, el estándar de comparar con los resultados de la histología. En todo caso, las nuevas pruebas se comparan con dicho referente y son tan precisas como la anatomía patológica lo permite.
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Buscando la Neurología Basada en la Evidencia |
Hace unas semanas, la revista British Medical Journal publicaba un editorial multimedia con entrevistas a varios de los padres intelectuales de la “Medicina basada en la evidencia” o EBM (Evidence Based Medicine) en sus siglas en inglés. La intención de los profesionales que apoyaron y desarrollaron la EBM era reivindicar la visión de la medicina basada en la experimentación y en la validación científica. Se trataba de analizar las pruebas objetivas que apoyaban o descartaban el uso de intervenciones diagnósticas o terapéuticas. Este concepto, que a priori parece elemental, no era nuevo en la medicina. Desde el siglo XIX los médicos europeos empleaban el método científico como la forma (realmente la única forma) de poder buscar soluciones a los problemas de sus pacientes. Sin embargo, aunque parezca mentira, fue necesario llegar hasta finales del siglo XX, para que la comunidad médica comprendiese de forma global y homogénea que dicha metodología debía ser la única vía posible para avalar los avances en biomedicina. El objetivo final era abandonar el subjetivismo y la falsa confianza basada en las experiencias de algunos médicos.
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Evidencias para empoderar pacientes neurológicos: de la teoría a la práctica |
Hace ya unos cuantos meses publiqué un post sobre el concepto de empoderamiento de pacientes y de cómo puede ser considerado una oportunidad de mejora en el tratamiento y seguridad de los pacientes crónicos. Nos quedamos con una pregunta en el aire: ¿El concepto de empoderación tiene una utilidad real en el manejo de los problemas de salud? O dicho de otra forma, ¿qué evidencias disponemos sobre su eficacia y eficiencia?
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El síndrome de la cabeza explosiva: un trastorno de sueño a tener en cuenta |
Una característica propia de la naturaleza humana es la atención selectiva. Todo aquello que nos puede pasar a nosotros mismos, nos interesa de forma especial y lo que creemos que no, lo vemos como lejano y menos interesante. Partiendo de esta premisa, se puede pensar que la medicina del sueño es un tema atrayente y que en general interesa a casi todo el mundo, ya que todos dormimos y por tanto en algún momento a lo largo de nuestra vida experimentaremos algún problema en este sentido, aunque sea de forma temporal. De todos los capítulos en los que se engloba la patología del sueño, quizás el que despierta más curiosidad y asombro es el correspondiente a las parasomnias. Es decir, comportamientos que presentamos durante el sueño, pero de los que no somos conscientes, ya que tienen lugar en las distintas fases del sueño. Se define parasomnia como todas aquellas manifestaciones paroxísticas de naturaleza conductual y/o vegetativa que tiene lugar durante cualquier fase o en una específicamente. Habitualmente suelen observarse durante la primera mitad del sueño, siendo más propias de las fases NREM, aunque también existe un nutrido grupo de la fase REM. De este modo se pueden clasificar en aquellas que se asocian al despertar, otras que se producen en la transición vigilia /sueño y aquellas que tienen lugar durante la fase REM, de las que destaca especialmente el trastorno de conducta asociado al sueño REM. Actualmente, este último es considerado en algunos casos como un primer síntoma proceso neurodegenerativo.
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Incumplimiento terapéutico en los pacientes: ¿cómo estamos a día de hoy? |
“El tratamiento del señor D. no ha funcionado”. ¿Cuántas veces habremos escuchado o pronunciado esas palabras?. Seguramente muchas. El fallo terapéutico es una realidad muy frecuente entre nuestros pacientes, pero antes de llegar a ese punto debemos considerar otra alternativa muy plausible: que el paciente incumpla con su tratamiento.
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Ejercicio físico para el ictus: bueno, bonito y barato |
Una de las principales medidas en torno a la prevención del ictus es la modificación dietética, esto es, del hábito de vida: en este sentido, la realización de ejercicio físico constituye una herramienta muy útil tanto en prevención primaria como en la fase de rehabilitación postictus. A modo de ejemplo, el estudio prospectivo del grupo de Jefferis en el Reino Unido sobre una cohorte de pacientes en el Reino Unido apreció que, en aquellos que realizaban un ejercicio físico aeróbico tan simple como el caminar, el riesgo de padecer un ictus era menor en aquellos que realizaban esta actividad más horas semanales (los mejores resultados se obtenían en pacientes con más de 21 horas) frente a los de menor actividad (4 horas). Debe destacarse, además, que la intensidad del ejercicio no influía en el pronóstico; dicho de otro modo: importaba la cantidad, no la potencia.
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La importancia de publicar TODOS los ensayos clínicos en medicina |
“El mejor médico es el que conoce la inutilidad de la mayor parte de las medicinas” La medicina actual está basada en el hallazgo contrastado de evidencias que aprueben el uso (o desuso) de una terapia o una prueba diagnóstica. En ese proceso se establece un marco de verificación, que está basado en el método científico. Fuera de este marco no hay ciencia, hay experiencias y datos sugerentes que pueden apoyar la argumentación para realizar un ensayo clínico. La medicina actual avanza paso a paso confirmando las hipótesis previas, o bien no encontrando evidencias de eficacia para las terapias ensayadas. Pongamos un ejemplo, un reciente análisis de los ensayos clínicos realizados en el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer demostró una tasa de fracaso del 99,6% en los estudios realizados desde el año 2002 al 2012. Por lo tanto, la ciencia avanza despacio (aunque suponemos que de manera segura).
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La esclavitud del protocolo y la pérdida del sentido común |
«El sueño de la razón produce monstruos» Les contaré una historia que estoy seguro les resultará familiar. Una profesional sanitaria atiende a un paciente con una infección vírica de gran peligrosidad (sí, se trata del virus del ébola) y se establece un protocolo de seguimiento epidemiológico un tanto “pasivo”. Se le telefonea un par de veces al día para saber si ha tenido fiebre o no. El protocolo establecido por los expertos indica que el paciente necesita una atención médica si supera los 38,6ºC de temperatura corporal, y en caso contrario se trata de esperar y ver. La mayoría de los protocolos son realizados por profesionales de alta valía, que intentan crear un marco de referencia global, para atender un grupo más o menos homogéneo de pacientes. Los protocolos son creados buscando la mejor evidencia científica para establecer recomendaciones con mayor o menor certeza. Pero algo falla en este razonamiento, la misma receta no debería servir para todos los potenciales pacientes…debe existir un equilibrio entre la aplicación del protocolo y la (necesaria) personalización de la asistencia médica. Pero este debate no es nuevo, es un tema que ha surgido en los últimos años y que ha sido motivo de un interesante editorial en JAMA hace poco más de un año.
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¿Cuánto debe dormir un niño? |
¿Cuanto debe dormir un niño? Esta es una pregunta tan frecuente en nuestra consulta como difícil de contestar. Durante la etapa de recién nacido, pasará entre 17-18 horas durmiendo en forma de periodos de mayor o menor duración, intercalados con episodios de vigilia. Este tiempo irá disminuyendo hasta la edad adulta, en la que los periodos de sueño suelen variar de 6 a 8 horas. Al igual que en los adultos, también en los niños existen diferencias entre individuos. Las necesidades de cada niño varían de uno a otro e incluso a lo largo del día. Entonces, volviendo a la pregunta inicial, a la hora de valorar el sueño de un niño se debe considerar el ciclo vigilia/sueño en su conjunto. Es decir, si el sueño nocturno es continuado, sin despertares y durante la vigilia el niño se mantiene activo, sin mostrar signos de somnolencia y con un comportamiento normal en cuanto al juego y resto de actividades propias de la edad, en principio no debe preocupar las diferencias entre uno y otro niño, siempre dentro de unos límites, como es natural.
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Oliver Sacks: in memoriam (1933-2015) |
“Cuando una persona muere es imposible reemplazarla, deja un agujero que no se puede llenar” O. Sacks En la era de lo “neuro” las noticias sobre todo lo que tienen que ver con la neurociencia son de interés para la sociedad. Y quizás, uno de las personas que más han influido en las últimas décadas en dicha difusión ha sido el neurólogo Oliver Sacks. Le admiré desde que era estudiante de medicina por su habilidad a la hora de describir a los pacientes que atendía. No sólo describía magistralmente los extraños síntomas que presentaban, sino que indagaba en la percepción y el sentimiento que tenía el paciente a la hora de sufrir su enfermedad. A menudo, involucraba en sus textos la relación con el familiar o el cuidador, perplejo y asustado por el comportamiento de su ser querido. Y es ahí dónde la neurología clínica se implica realmente con el paciente.
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