Blog

Fecha publicación: 08-05-2013
Autor: David A. Pérez Martínez

1257

La neurología está de moda. Siendo sincero, quizás todo lo que ponga “neuro” está de moda. Sólo hace falta poner neuro delante de cualquier sustantivo para parecer que estás haciendo una innovación disruptiva en cualquier campo. Muestra de ello es la aparición de diversas disciplinas como la neuroeconomía, el neuromarketing, la neuroética y así una larga lista de áreas de interés creciente que tienen como nexo común partir de las bases neurobiológicas de procesos cognitivos complejos y su aplicación (más o menos práctica) en actividades diversas de la conducta humana.
En el campo de la medicina, la neurología es una especialidad de larga evolución, durante largo tiempo íntimamente ligada con la Psiquiatría, que despertó a la ciencia biomédica tal como la conocemos actualmente a finales del siglo XIX. Aunque la neurología clínica moderna tuvo su base en la escuela francesa de Jean-Martin Charcot en  Paris, rápidamente se extendió por toda Europa y EEUU, incluyendo nuestro país donde se asentó firmemente llegando hasta nuestros días. Por todo ello, no me ha sorprendido la noticia de que la neurología haya sido este año una de las especialidades médicas con mayor auge en la elección de plazas en el examen de selección de médicos internos residentes en España. Desde luego, es una buena noticia ya que traduce que la especialidad atrae talento e inteligencia con el fin de resolver los retos que presentan nuestros pacientes y que requieren de nuevas soluciones e innovaciones de las que carecemos en este momento.

¿Qué ha cambiado en las dos últimas décadas en la neurología clínica para aumentar su atractivo entre los jóvenes médicos? Sin querer ser muy exhaustivo en la respuesta, hay varios puntos que me gustaría destacar.

La revolución en los métodos diagnósticos. El desarrollo de la tecnología de neuroimagen nos ha permitido observar los procesos cerebrales y las lesiones neurológicas con una enorme definición y exactitud. El desarrollo de la tomografía computerizada en los años 70 y 80; posteriormente la resonancia magnética (RM) y sus técnicas derivadas (como la RM funcional) han permitido obtener imágenes tridimensionales del cerebro sano y enfermo con un detalle milimétrico. Por otro lado, la neuroimagen con marcadores específicos en medicina nuclear (SPECT y PET) están permitiendo en este momento la visualización en vivo de las vías nerviosas y de neurotransmisores específicos, así como el depósito cerebral de proteínas anómalas como sucede en la enfermedad de Alzheimer. El mayor conocimiento de la fisiología del sistema nervioso, asociado a la digitalización de los estudios neurofisiológicos, ha supuesto un gran paso adelante en el abordaje de una forma más objetiva y precisa de distintas patologías como aquellas relacionadas con el sueño y la epilepsia. Por otro lado, la genética molecular ha abierto el camino a un diagnóstico certero y fiable de enfermedades hereditarias como la Enfermedad de Huntington o múltiples patologías en el campo de las enfermedades neuromusculares. Pero en el campo de la genéticas estamos sólo en el principio, el proyecto genoma humano ha abierto la puerta a nuevas disciplinas como la farmacogenómica y a la detección de polimorfismos de riesgo (y protección) para distintas enfermedades neurológicas.

Y no hay que olvidar la aparición de nuevas terapias. Tradicionalmente se ha considerado la neurología como una especialidad de exquisito diagnóstico y pésimo abordaje terapéutico… Aunque, siendo sinceros, durante décadas este aforismo fue bastante realista, claramente relacionado con las enfermedades neurodegenerativas y la actitud conformista con los pacientes con ictus; en la actualidad, el desarrollo de una actitud más proactiva en el ictus liderado con el advenimiento de la fibrinólisis y los procedimientos de intervención intrarterial han revolucionado este campo. Así mismo, el desarrollo de todo un nuevo arsenal farmacológico en enfermedades crónicas como la epilepsia, la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple han mejorado la calidad de vida de muchos pacientes evitando secuelas y complicaciones. En otros casos, como en la enfermedad de Alzheimer, se han introducido terapias sintomáticas  con un efecto paliativo sobre algunos síntomas de la enfermedad. En definitiva, todo este conjunto de avances diagnósticos y terapéuticos han logrado que las neurociencias clínicas tengan un papel mucho más activo y pragmático, ofreciendo soluciones a los terribles problemas que tienen los pacientes neurológicos.

Por último y no por eso menos importante, nos encontramos ante una especialidad trascendente. La neurología clínica es quizás el escenario experimental más interesante para intentar comprender el funcionamiento de nuestro cerebro, la máquina (biológica) más compleja del universo conocido. Por supuesto, el paciente es ante todo un ser humano que está enfermo con sus emociones y sentimientos que provoca una respuesta empática propia de la relación médico-paciente; pero, además, tenemos acceso a un sistema de enorme complejidad que ha comenzado a funcionar de una manera anómala, con herramientas que nos permiten descubrir los sistemas que se han lesionado o que no están desarrollando su función adecuadamente. Esta información es de gran valor para la neurociencia ya que permite comprobar con la crudeza y el dramatismo de la clínica los fundamentos teóricos de la neurobiología. Como consecuencia de todo lo anterior, una gran parte del conocimiento que disponemos sobre el funcionamiento cerebral ha partido de las minuciosas observaciones de clínicos que han sabido obtener conclusiones en el día a día con sus pacientes. A menudo, el neurólogo sólo precisa de herramientas básicas y de la exploración neurológica para poder obtener deducciones fiables y rigurosas sobre el tipo de disfunción que presenta su paciente. Además, con frecuencia, esas observaciones han permitido inferir cómo funciona el sistema nervioso en condiciones normales y por tanto avanzar en la comprensión de nuestro cerebro.   

Estamos de enhorabuena. Que el talento se acerque a un área del conocimiento que esconde incógnitas de gran trascendencia y que seamos capaces de atraer a jóvenes brillantes es motivo de celebración. Además, si somos capaces de contagiar nuestro entusiasmo por las neurociencias, está claro que algo debemos estar haciendo bien.

Imagen tomada de:http://www.freedigitalphotos.net/