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Fecha publicación: 10-06-2012
Autor: Anabel Puente Muñoz

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 ¿Por que soñamos? Si realmente los sueños corresponden a una traducción de la actividad de nuestra mente de la que no somos conscientes, ¿en que medida podemos influir sobre ellos?. Todos hemos comprobado como situaciones experimentadas durante la vigilia, que nos despiertan emociones,  han tenido su reflejo posterior en los sueños.  ¿Por qué ocurre esto?

 Un sueño se puede definir como una experiencia mental, que sucede mientras dormimos de contenido preferentemente visual, aunque también pueden mostrar cualquier otra modalidad sensorial, y que son percibidos con gran intensidad emocional. Además, aunque se desarrollan en un marco con gran distorsión espacio temporal, son percibidos por el durmiente como reales, dado el gran componente emocional que suelen tener  asociado. Al ocurrir sin que el individuo pueda actuar voluntariamente sobre ellos, está claro que son una excelente oportunidad para que la mente actúe al margen de la conciencia. Pero seamos realistas, esta escisión nunca es completa. Como describe Nielsen en su revisión publicada en Nature, se ven influenciados por los contenidos almacenados en nuestra memoria y pueden tener un profundo calado en nuestras emociones.

 De todos es conocido que las teorías psicoanalíticas consideraban a las ensoñaciones como auténticos “censores”, que enviaban al terreno del inconsciente aquellos deseos que la consciencia consideraba como inaceptables. Actualmente, se tiende a valorar más la forma que el contenido de los mismos. Es decir, resulta más interesante conocer las bases neurobiológicas que los generan. Muchos autores han realizado estudios con pacientes que muestran  lesiones en determinadas regiones cerebrales. Aunque los sueños no son exclusivos de la fase REM, la mayoría de los trabajos se realizan durante dicha fase.  Al parecer en la generación de las ensoñaciones, no participarían activamente los centros promotores del sueño REM, localizados en tronco cerebral, sino que más bien serían regiones localizadas en torno a la unión temporo-parieto-occipital. Esta región muestra una función en el procesamiento cognitivo que iría acorde con su participación en el desarrollo de los contenidos oníricos. Durante los sueños podría existir  una hiperactivación de aquellas regiones cerebrales relacionadas con las emociones, es decir amígdala y cortex cingulado anterior; mientras que se produciría una hipoactivación de regiones frontales como cortex dorsolateral prefrontal, con funciones más ejecutivas. Estos hallazgos sugieren que durante los sueños existe un arousal de carácter más emocional, es decir, nuestra conciencia puede participar en los sueños en cuanto a los contenidos emocionales y en menor medida en la capacidad de razonamiento.

 Otro concepto interesante reside en la dimensión visual de la mayor parte de las ensoñaciones.  Estudios realizados mediante PET muestran como durante el sueño REM se produce una activación selectiva de la  corteza visual extra-estriada, en particular en el flujo de procesamiento ventral, con la activación simultánea de las regiones límbicas y paralímbicas. Sin embargo, paradójicamente, existe una menor activación de la corteza visual primaria

 Una vez conocidas las estructuras que podrían estar implicadas, cabe preguntarse sobre que neurotransmisores participan. Empezando por la vigilia en donde se produce un incremento en la activación colinérgica, asociado a la liberación monoaminas, sintetizadas en tronco cerebral. Esto tiene efecto inhibidor de las neuronas corticales, lo cual modula la actividad mental durante la vigilia. En el sueño NREM esta atenuación disminuye, pero aún mantiene cierto nivel. Esto supone que la actividad mental es más similar a la de la vigilia. Ahora bien, durante el REM las neuronas monoaminérgicas quedan inactivas, excepto las dopaminérgicas,  asociadas a una potente actividad colinérgica que remeda a la de la vigilia. De este modo, existiría una activación dopaminérgica mesolímbica, en ausencia de la inhibición serotoninérgica lo que facilitaría el desarrollo de los contenidos oníricos tal y como los conocemos.
Para comprender realmente como actúan estas estructuras debemos tener en cuenta una premisa fundamental, y es que durante el sueño el cerebro se encuentra tan activo como durante la vigilia. Esta activación consiste fundamentalmente en la inhibición activa los estímulos externos.

 Pero qué interés práctico muestran todos estos hallazgos. Se ha comprobado que en pacientes esquizofrénicos y con psicosis maniacas existe un hipometabolismo en regiones prefrontales, asociado a un hipermetabolismo en áreas límbicas y mesolímbicas, lo que recuerda a lo descrito previamente. La similitud de ambos procesos (psicosis y sueños) radica precisamente en la perturbación de la conciencia, es decir, la incapacidad del sujeto para discernir entre la realidad externa de aquellos contenidos generados internamente.

 En conclusión, además del evidente interés que siempre ha demostrado el hombre por las ensoñaciones como reflejo de la capacidad de la mente para actuar al margen de la conciencia; estos estudios nos permiten acercarnos aunque sea tímidamente, al funcionamiento de la mente de los pacientes con trastornos mentales. No obstante queda mucho camino por recorrer y son muchas la preguntas planteadas sin respuesta actualmente, como las características de los sueños durante las fases de sueño no REM o sobre la existencia de los sueños en otras especies.