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Fecha publicación: 15-01-2012
Autor: David A. Pérez Martínez

Nassim Taleb publicó hace unos pocos años un estupendo ensayo titulado “Cisne negro: el impacto de lo altamente improbable”. El título hace mención a la existencia hasta 1690 de la certeza de que los cisnes sólo podían ser blancos para la comunidad científica. Sin embargo, los exploradores europeos que visitaron Australia en 1697 se encontraron con la sorpresa de encontrar una enorme diversidad de fauna totalmente distinta a la esperada, y entre ella la presencia de cisnes negros. Esta anécdota nos introduce en la existencia de hechos improbables, que a menudo contradicen las teorías predominantes en ese momento, y que influyen decisivamente en el desarrollo posterior de la ciencia y la historia. Taleb nos dice que, en realidad, tanto la historia como la ciencia avanzan gracias a los “cisnes negros”. Son precisamente estos hechos  de gran impacto y que sobrepasan las expectativas aceptadas los que hacen replantear las ideas científicas, políticas y económicas que sientan dogma en un momento histórico. Como muchos pueden apreciar, en realidad se trata de una extensión de la hipótesis de falsación expuesta por Karl Popper. De esta forma, una hipótesis científica no es cierta cuando se realiza una labor de confirmación de sus previsiones teóricas, sino descartando la existencia de datos que contradigan dichas previsiones.

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Cisne Negro

 

Aunque, esto puede parecer muy lejano de la clínica asistencial diaria, en realidad los médicos, y en particular los neurólogos, nos enfrentamos con frecuencia a “cisnes negros” en nuestra actividad asistencial. Entendemos como “cisnes negros” aquellos cuadros nosológicos que no encajan en la dinámica habitual, alejándose de los paradigmas habituales que encontramos en los libros de texto y que la mayoría de las veces esconden nuevas hipótesis sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso o cuadros clínicos inhabituales o no descritos previamente.

En cierta ocasión, un compañero médico internista me comentaba que, después de muchos años trabajando en una sala de urgencias, nunca había podido ver un caso de cefalea en racimos. Simplemente quise corregirle comentando que, estadísticamente, estaba seguro que había visto más de uno, pero que con seguridad no los había identificado… En definitiva, es altamente probable que estemos rodeados de “cisnes negros” que pasan inadvertidamente por nuestras consultas o por nuestras salas de hospitalización sin prestarles el interés y el tiempo que requieren. La medicina se replantea sus paradigmas gracias a estos pacientes, y al menos debemos llevarnos por la curiosidad y por el escepticismo crítico cuando nos enfrentamos a los problemas clínicos. Seguro que el principal beneficiado será nuestro paciente, ya que a menudo el “cisne negro” pasa por el diagnóstico “dudoso o atípico”, acude a numerosos especialistas sin encontrar solución o termina buscando medicinas alternativas…