• Historia de la Enfermedad de Parkinson

     

    Historia antigua
    Los primeros indicios de posible clínica parkinsoniana los encontramos en textos ayurvédicos indios que, aunque fueron editados más tarde, probablemente daten de 2500 aC. En ellos se describen diferentes tipos de temblores, algunos asociados a parálisis. Varios siglos después, en un papiro egipcio de la XIX dinastía (1350-1200 aC), descubrimos el relato del estado de un rey anciano que padece parálisis y lo que sería la sialorrea típica del Parkinson avanzado (Stern, 1989). En algunos pasajes de la Biblia existen también referencias al temblor o alteraciones posturales propios de la EP (Garcia Ruiz, 1996). Finalmente Galeno (129-199/217), el médico más influyente de la era clásica tras Hipócrates, en sus compendios menciona diferentes tipos de temblor y alteraciones de la marcha. Los siglos posteriores, hasta pasada la Edad Media, están dominados sus escritos.
     
    James Parkinson y sus influencias
    A partir del siglo XV, importantes figuras como el polifacético Leonardo Da Vinci, artistas como Shakespeare o Rembrand y los médicos Silvio de la Boe, Johanness Babtiste Sagar, Gaubius, Boissier de Sauvages, John Hunter y Chomel hacen referencia al temblor y otros trastornos motores en sus obras. Y fue precisamente basándose en los trabajos de estos médicos, que en el año 1817 el cirujano británico James Parkinson (1755-1824) publica su famoso monográfico “An essay of the shacking palsy” (reimpresión: Parkinson, 2002), primera descripción en la literatura médica de la enfermedad que llevaría su nombre. El trabajo omite muchos de los síntomas que posteriormente se relacionarían con la enfermedad, es pobre en detalles y uno de los seis pacientes descritos es observado solamente a distancia por la calle, pero inteligentemente Parkinson logra integrar en un único trastorno síntomas que hasta ese momento eran considerados diferentes enfermedades y resalta la diferencia entre el temblor de reposo típico del parkinsonismo y otros tipos de temblor. El ensayo fue aplaudido por la comunidad médica de su país, pero en su momento tuvo escasa repercusión fuera de sus fronteras. Actualmente el trabajo del Dr. Parkinson está considerado un importante avance, no sólo en relación a la propia enfermedad, sino también porque supuso un desarrollo significativo de la publicación en Neurología (Kempster et al., 2007). Años más tarde el internista francés Trousseau (1801-1867) ampliaría el espectro del trastorno mencionando la rigidez, que había sido obviada por Parkinson, la festinación y la asociación de clínica cognitiva. A Trousseau se le atribuye también la primera descripción concreta de bradicinesia relatando el progresivo enlentecimiento de la apertura repetida de la mano (Trousseau, 1861).
     
    Sin embargo no sería hasta finales del siglo XIX en que el epónimo ‘maladie de Parkinson’ es introducido por el eminente neurólogo francés Charcot (1825-1893) que, a pesar de considerar el ensayo de Parkinson incompleto, reconocía su habilidad en la definición del trastorno (Goetz, 1986). De hecho Charcot enriqueció la descripción de los aspectos clínicos de la enfermedad, analizó la escritura, destacó la rigidez como signo cardinal (hay autores que le atribuyen a él y no a Trousseau su definición) y la disoció de la bradicinesia, y brillantemente anticipó parte de los mecanismos subyacentes de la EP hablando del retraso entre el pensamiento y el acto (Pearce, 1989). 
     
    Poco después, Brissaud (1852-1909), pupilo de Charcot, teorizaría por primera vez, a raíz de observaciones clínico-patológicas, la implicación de la SNc en la patogénesis del trastorno (Brissaud, 1895), y en 1919 el neuropatólogo uzbeko Constantin Tretiakoff (1892-1958) corroboraría sus hipótesis estudiando los cerebros de nueve pacientes parkinsonianos y subrayando como lesión subyacente de la enfermedad la pérdida de neuronas pigmentadas en la SNc y la presencia en el citoplasma de dichas células de las inclusiones descritas en 1913 por el patólogo Friederich Lewy (1885-1950) (Lees et al., 2008).
     
    La era moderna
    Los cambios neuroquímicos que suceden en el cerebro de pacientes con EP empezaron a dilucidarse hacia los años 50, cuando el sueco Arvid Carlsson (1923-) demostró que la dopamina era un neurotransmisor y que sus niveles en los ganglios de la base (GB) eran altos en sujetos sanos y deficitarios en modelos animales de parkinsonismo (Carlsson et al., 1957). Aunque fue inicialmente rebatido, el tiempo le acabó dando la razón (y un premio Nobel en el año 2000) y sus trabajos sirvieron de base a los exitosos ensayos en pacientes parkinsonianos de Birmakmayer y Hornykievicz (Birkmayer and Hornykiewicz, 1961) con levodopa endovenosa y los de Cotzias (Cotzias, 1968) con levodopa oral. Finalmente, el buen resultado en el control de los síntomas motores de la EP del primer ensayo controlado doble ciego con levodopa versus placebo(Yahr et al., 1969) convirtió al precursor oral de la dopamina en el eje del tratamiento de la EP hasta nuestros días.
     
    El éxito de la levodopa llevó al progresivo abandono de las técnicas ablativas quirúrgicas que habían proliferado desde los años 50(Hassler and Riechert, 1958). Pero han sido precisamente sus efectos adversos a largo plazo (como las discinesias inducidas por levodopa) y la aparición de la reversible y menos agresiva estimulación cerebral profunda (Limousin et al., 1995), los que han revitalizado este abordaje en los últimos años.
     
    El futuro de la enfermedad pasa por el mayor conocimiento de su etiopatogenia para mejorar los tratamientos actuales y avanzar en el desarrollo de nuevos enfoques terapéuticos. Hasta ahora el trasplante de neuronas dopaminérgicas de embriones humanos y el de células madre no han demostrado beneficio mantenido y sí importantes efectos secundarios (Olanow et al., 2009). La terapia génica se presenta como una alternativa prometedora. Al primer descubrimiento de una mutación genética relacionada con el Parkinson (PARK 1/gen de la alfa-sinucleína (Polymeropoulos et al., 1997)) le han seguido otros muchos en los últimos 10 años y la investigación en este campo no se detiene.
     
    BIBLIOGRAFÍA
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    POLYMEROPOULOS, M. H., LAVEDAN, C., LEROY, E., IDE, S. E., DEHEJIA, A., DUTRA, A., PIKE, B., ROOT, H., RUBENSTEIN, J., BOYER, R., STENROOS, E. S., CHANDRASEKHARAPPA, S., ATHANASSIADOU, A., PAPAPETROPOULOS, T., JOHNSON, W. G., LAZZARINI, A. M., DUVOISIN, R. C., DI IORIO, G., GOLBE, L. I. & NUSSBAUM, R. L. 1997. Mutation in the alpha-synuclein gene identified in families with Parkinson's disease. Science, 276, 2045-7.