• Cambios de las estructuras raquídeas con el envejecimiento.

    La espondilosis,  referida a la degeneración de los discos intervertebrales, se empieza a apreciar ya durante la tercera década de la vida. El disco intervertebral del adulto joven se compone de un núcleo central gelatinoso rodeado de un anillo formado por láminas fibrosas. Con la edad, el contenido de agua del núcleo pulposo disminuye. Simultáneamente la placa cartilaginosa terminal pierde vascularización. Los discos deshidratados se adelgazan y se vuelven frágiles. El anillo discal que rodea al núcleo pulposo sufre desgaste con el tiempo y permite que el núcleo pulposo se abombe y lo sobrepase, protruyendo al exterior. La alta señal normal, que los discos jóvenes muestran en resonancia, disminuye.


    Al adelgazarse el disco se pierde la alineación normal de carillas articulares y cuerpos vertebrales, favoreciendo fricciones, estrechamiento, y esclerosis de las carillas articulares con aparición de osteofitos, cambios que se observan radiológicamente. Este proceso, conocido como espondiloartrosis, cursa habitualmente de manera asintomática, pero en una minoría de personas compromete el espacio en el canal lumbar, estrecha los recesos laterales y el conducto intervertebral con compresión medular o de las raíces nerviosas. La compresión del tejido nervioso puede responder a una combinación de estenosis congénita del conducto raquídeo, sinovitis, mala alineación de la columna, hipertrofia de ligamentos, formación de osteofitos y hernia de disco.
    La osteoporosis añadida con la edad, disminuye aún más la altura de los cuerpos vertebrales ayudando a crear cada vez más compromiso de espacio para las estructuras neurales.


    Espondilosis y espondiloartrosis se aprecian en los estudios radiológicos como consecuencia inevitable del proceso degenerativo de la columna lumbar y es muy infrecuente su ausencia a los 60 años.