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Fecha publicación: 06-02-2012
Autor: Francisco Gilo Arrojo

Con el advenimiento del intervencionismo neurovascular surge un nuevo abanico de oportunidades para los pacientes que sufren un ictus isquémico agudo. La fibrinolisis intravenosa muchas veces es incapaz de disolver el trombo, especialmente aquellos de mayor tamaño que ocluyen los segmentos proximales de las principales arterias cerebrales. El fracaso de esta terapia puede ser subsanado por tratamientos endovasculares capaces de rescatar todo el tejido cerebral que aún sigue en riesgo durante las primeras horas desde que se inicia el evento vascular agudo.

En años anteriores este tipo de procedimientos se basaban en “otra” fibrinolisis complementaria a la sistémica, que se realizaba a nivel local intrarterial.

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Actualmente existe una ingente industria que está desarrollando herramientas cada vez más eficientes, capaces de capturar el trombo oclusivo y así restablecer el flujo sanguíneo regional previamente interrumpido. Y esto lo realizan sin necesidad de liberar agentes químicos ni de dejar un dispositivo fijo intravascular, pues a pesar de emplear stents para cumplir su cometido, estos son extraíbles una vez conseguida la apertura arterial.

Hay territorios vasculares cuya oclusión es a priori más factible de revertirse con técnicas intervencionistas percutáneas, como es el caso de la arteria carótida interna distal, la arteria cerebral media proximal y la arteria basilar. En estos casos surge la duda de si recurrir primeramente a la fibrinolisis intravenosa, que constituye el tratamiento estandarizado establecido, u optar directamente por técnicas intervencionistas, a sabiendas de la escasa posibilidad de reperfundir con la terapia sistémica. ¿Merece pues la pena esperar a que finalice la fibrinolisis intravenosa?..., esa es la cuestión.