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Fecha publicación: 24-03-2012
Autor: Anabel Puente Muñoz

 

El cambio horario es un ritual que año tras año nos anuncia el paso de estación hacia la primavera o el otoño. A pesar del desbarajuste que supone, es  aplicado desde principios del siglo pasado, aunque no deja de tener controversias en cuanto a su utilidad. Todo sea por el ahorro energético. Se trata de aprovechar la luz solar, reduciendo la necesidad de luz artificial y por tanto conseguir un ahorro eléctrico. 

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Pero ¿cómo nos afecta esta medida?. Más concretamente, ¿puede afectar a nuestro sueño?

En 1982 Boberly explicó como podía generarse el sueño mediante el modelo de los dos procesos, con gran aceptación por la comunidad científica internacional. Desde entonces se han añadido modificaciones como el propio autor explica en su editorial. Pero sigue teniendo vigencia y tales modificaciones no alteran la esencia de la teoría. El ciclo vigilia sueño se encuentra regulado por dos procesos. Por un lado la tendencia al sueño, denominada homeostasis o proceso S, que es el que hace que a medida que se prolonga la vigilia, se sienta somnolencia de forma creciente hasta un punto en el que es necesario dormir. Realmente, no es la vigilia en si lo que incrementa el proceso S, sino la falta de sueño durante ese periodo. De este modo a las 8 de la mañana no tenemos necesidad de dormir pero a medida que avanza el día, esta tendencia va aumentando hasta llegar a las 11 -12 de la noche en donde la presión de sueño es máxima. Este incremento se refleja en el porcentaje de sueño lento, verdadero marcador del proceso S y que se ve aumentado cuando existe privación de sueño.  Es decir cuando prolongamos la vigilia más de 16 – 24 horas. Por otro lado, hay que contar con el ritmo circadiano, también denominado proceso C. El organismo muestra una ritmicidad cercana a  24 horas en el ciclo vigilia-sueño. Tras una vigilia de 16 horas aproximadamente se produce un episodio de sueño de 8 horas de forma cíclica. La interacción de ambos procesos es imprescindible para una correcta regulación de nuestro ciclo vigilia/sueño. Hay que decir que nos estamos refiriendo a los periodos de sueño mayor, es decir, dejamos al margen lo periodos secundarios o siestas. Éstas son más breves, pueden existir durante la vigilia hacia la mitad del día, son totalmente fisiológicas y no afectan a desarrollo del modelo descrito.

Este proceso C es el que se puede ver afectado por el cambio horario. Para comprender esto es necesario conocer algunos datos más. Para que se produzca una adecuada periodicidad circadiana, como en el ciclo vigilia-sueño, es necesaria la participación de los llamados sincronizadores u osciladores. El más importante, verdadero reloj biológico, se encuentra situado en el núcleo supraquiasmático (NSQ). Este núcleo se ve influenciado por factores ambientales, llamados en su descripción original zeitgebers, de los cuales el más importante es la LUZ. Cuando la luz incide sobre la retina, las proyecciones retino-hipotalámicos estimulan el NSQ  que se proyecta hacia áreas hipotalámicas adyacentes. De este modo, se regulan otros ciclos circadianos (como la temperatura corporal) y se segregan las orexinas o hipocretinas. Estas sustancias son sintetizadas en hipotálamo y se encargan de regular la vigilia. 

Con el cambio horario se produce lo que llamaríamos un trastorno por retraso o adelanto de fase, es decir el periodo de sueño se produce una hora antes o después de su horario habitual, aunque sin afectar a su duración total. Existe un desfase entre su reloj biológico y la hora oficial. Pongamos un ejemplo, un individuo duerme de 23:00 a 7:00 horas, si no adelanta la hora en su despertador, se acostará a las 24:00 y se levantará a las 8:00 horas, aunque para él sigue siendo su horario habitual. Para adaptarse al nuevo horario deberá adelantar una hora su fase de sueño, es decir según el horario antiguo acostarse a las 22:00 y levantarse a las 6:00 horas. Este cambio no tendría mayor problema si no fuera porque precisamente se realiza para el ahorro energético. Por tanto el individuo sufre un cambio en la exposición de su NSQ a la luz ambiental. Puede ocurrir que un individuo se levante a las 8:00 horas de la mañana cuando ya ha amanecido, al adelantar su fase de sueño, pasará a despertarse antes del amanecer, cuando aún no existe luz ambiental. Con el horario de invierno ocurre un retraso de fase, que suele ser mejor tolerado.

En circunstancias normales el organismo es capaz de soportar este cambio, aunque suponga una variación luz-oscuridad tan brusca, mostrando únicamente síntomas transitorios como aumento en la latencia del sueño o despertar precoz, sueño de mala calidad con trastornos de atención y concentración, irritabilidad. Aunque, en situaciones especiales como pacientes con insomnio o enfermedades neurodegenerativas como la demencia de Alzheimer puede repercutir en mayor medida.

En conclusión, aunque el cambio horario aparentemente es una medida que supone una pequeña modificación en el horario oficial, para nuestro organismo no es así. La variación que supone en la luz ambiental, puede afectar a nuestro ritmo vigilia sueño. Afortunadamente, nuestro cerebro se adapta con facilidad, siendo transitorios los trastornos ocasionados. Lo ideal es adoptar cuanto antes el nuevo horario, sin modificar nuestros hábitos de sueño.