• Demencia

    DEMENCIA
    Es un proceso de carácter orgánico en el que se produce un deterioro progresivo y global de las funciones intelectuales adquiridas previamente, con preservación del nivel de vigilancia.
    Inicialmente se producen cambios sutiles que implican trastornos de la memoria y pérdida de la eficacia laboral. Habitualmente, es la familia la que percibe estos  pequeños detalles. Posteriormente, estos olvidos interfieren en las relaciones sociales y aparecen dificultades para mantener conversaciones o analizar situaciones complejas. Se producen cambios de humor e inestabilidad emocional, con actitud indiferente hacia el entorno y pérdida progresiva de la autonomía, hasta la pérdida total de las funciones intelectuales superiores, siendo el paciente totalmente dependiente para la higiene, la alimentación, los desplazamientos, etc.
    En definitiva, existe una combinación de síntomas y signos de deterioro cognitivo y/o memoria) junto con otros no cognitivos tales como alteraciones afectivas, conductuales, del sueño y de otras funciones neurológicas.
    Las distintas fases de desarrollo de la demencia vienen determinadas por la pérdida progresiva de autonomía y el grado de dependencia.
    Dentro de estos signos y síntomas, existe una gran variabilidad interindividual tanto en el tipo como en el momento de aparición de los mismos, en función de la etiología que origina el cuadro clínico, que es muy heterogénea.
    Los casos de instauración reciente, pueden plantear problemas de diagnóstico diferencial con los síndromes confusionales. Los pacientes con deterioro cognitivo pueden mostrarse inquietos, irritables o agitados y las alteraciones del ritmo vigilia-sueño (fragmentación) pueden hacer que se despierten confusos o desorientados. En el síndrome confusional también puede haber una pérdida global de las funciones cognitivas, pero se caracteriza por una alteración del nivel de vigilancia con fluctuaciones de la mismo a lo largo del día.
    Por tanto, para establecer el diagnóstico, debemos asegurarnos de que el paciente sufre una alteración global de las funciones intelectuales y no de funciones cognitivas específicas aisladas. Además esta alteración debe interferir con el rendimiento laboral o social, propiciando una pérdida de su autonomía personal.
    La valoración de estos pacientes debe completarse con pruebas neuropsicológicas.

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