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Fecha publicación: 01-05-2012
Autor: David A. Pérez Martínez

  Fué hace 160 años, un primero de mayo de 1852, cuando nació Don Santiago Ramón y Cajal en Petilla de Aragón (Navarra). Padre de la neurociencia moderna, fue reconocido con el premio Nobel de medicina y fisiología en 1906, por el desarrollo de la “Doctrina neuronal”. Dicha doctrina promulga  la existencia de células nerviosas independientes pero conectadas entre sí. Esto chocaba con la idea tomada como paradigma hasta entonces, según la cual  existía una  red continua en todo el sistema nervioso central, sin independencia  entre las células.

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Cajal en su laboratorio

  Quizás estos 160 años desde su nacimiento, nos deberían hacer reflexionar sobre la  enorme contribución de Cajal y la evolución de la ciencia en España. Pongamos un ejemplo,  el lugar de nacimiento de Don Santiago supone  toda una metáfora sobre la situación económica de nuestro país. Hasta el siglo XIII Petilla perteneció a Aragón, como su nombre indica, pero las penurias económicas del  Rey de Aragón  Pedro II,  le obligaron a pedir un fuerte préstamo de 20.000 maravedies de oro al rey de Navarra, Sancho el Fuerte, poniendo como aval varias villas aragonesas. Al no ser devuelta dicha cantidad antes de la navidad, fecha límite para la devolución del préstamo, la ciudadela pasó definitivamente al reino de Navarra… hasta nuestros días.  En estos días de déficit presupuestario, deuda pública y recortes… ésta es una historia muy reconocible para todos nosotros.

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El hipocampo según Cajal

  Pero volviendo a Cajal, fue su empeño y dedicación a pesar de las penurias de medios, la que consiguió mejorar la técnica de impregnación en plata, que su homologo Camillo Golgi había iniciado en Italia. Gracias a dicha técnica planteó y demostró, en contra de la opinión del propio Golgi, que las células nerviosas debían considerarse estructuras independientes: las neuronas. No obstante, la comunidad científica internacional no pareció muy inclinada a aceptar los hallazgos de un científico de la Europa periférica, ciertamente de un país más atrasado que el resto de la comunidad científica europea. El propio Cajal tuvo que viajar personalmente en 1889 a Berlín para presentar sus hallazgos en la Sociedad Anatómica Alemana y darlos a conocer a la comunidad de científicos del país más avanzado en ese momento.  Hecho que tampoco nos parece ajeno a la actualidad. Posteriormente, el reconocimiento fuera y dentro de España fue unánime, hasta desembocar en el premio Nobel de 1906.

  Volviendo al desarrollo científico de España, es indudable que en las últimas tres décadas se ha conseguido un enorme avance en el desarrollo neurocientífico de nuestro país; en gran parte gracias a los esfuerzos que han hecho las administraciones, para proporcionar los recursos suficientes a las necesidades de desarrollo científico existentes. Sin embargo, el recorte este año en un 25 % en el presupuesto asignado a proyectos de investigación supone casi 2000 millones de euros menos para poder desarrollar la ciencia en España. Supongo, que como Pedro II de Aragón, debemos empeñar a Petilla para ver si llegamos a final de año…